Sara Pérez Romero, la revolucionaria

El papel político y activista de la esposa de Francisco I. Madero en el primer gobierno democrático, después de la dictadura de Díaz, se ha invisibilizado, consideran historiadoras, por lo que se debe rememorar su figura como lo que fue: una mujer de ideales firmes.
Sara Pérez Romero, por @lorenarryo

El 19 de febrero de 1913, tras 10 días de intensos combates, el primer gobierno democrático de la República Mexicana, después de 30 años de dictadura, cayó cuando el presidente Francisco Ignacio Madero y el vicepresidente, José María Pino Suarez, eran ejecutados por la espalda tras una conspiración promovida por Victoriano Huerta y el embajador estadounidense, Henry Lane Wilson.

 

Esto, sin duda, todos los mexicanos lo recordamos de nuestras clases de educación básica, sin embargo, solemos olvidar que, aunque nunca se les nombre, las mujeres han tenido un papel fundamental y activo en la historia del país. Con Madero murió un gobierno democrático, sí, pero también murió un trabajo de activismo de años que realizó junto con su esposa.

 

 

 

Al igual que Madero, Sara era una mujer de clase alta y que logró educarse en el Colegio Notre Dame, una de las primeras universidades para mujeres de EEUU y con una larga historia de educación para mujeres en Francia tras la Revolución de aquel país, lugar en el que conoció a las hermanas de su futuro esposo y que, destaca la historiadora Luz Amelia Armas Bris, forjó su carácter e ideales.

 

Pérez, además, participó en la Cruz Blanca Neutral, organización similar a la Cruz Roja pero dedicada a la atención general de heridos de guerra, pues los rojos se habían negado a atender revolucionarios. También, como recuerda la historiadora, la participación política de Sara en los clubes antirreeleccionistas y, además, dejando su fortuna en la causa revolucionaria.

 

 

“Para esa época era una mujer de vanguardia, se paraba a arengar y a hacer política en contra de Díaz. Fue activista, participó en clubes antiporfiristas junto con Carmen Serdán. Defendió a los obreros y hay testimonios de que les llevaba cobijas a los soldados. Era una mujer bondadosa, como su esposo, pero tal vez no tan ingenua, porque criticó las decisiones de su esposo”, aseguró.

 

Pero también, para la historiadora no cabe duda que la pareja se cultivaba mutuamente, pues al compartir los ideales de la Revolución, sería ingenuo pensar que no aportó ideas a obras como La Sucesión Presidencial de 1910 o el Plan de San Luis, que llamó a la lucha armada, pues Sara Pérez Romero acompañó a su esposo en todo momento, inclusive viviendo con él en la cárcel, y aun así demostrando su desacuerdo con la decisión de mantener porfiristas en el gobierno de su esposo. 

 

“Preferimos oler a pólvora que a sacristía”

 

Por su parte, para la historiadora Blanca Gutiérrez, es necesario que se recupere el papel de las mujeres que destacaron en el ejercicio de cierto nivel de libertad, destacando la frase “preferimos oler a pólvora que a sacristía” proclamada por revolucionarias queretanas y que, en su opinión, es un reflejo de cómo mujeres como Sara, La Carambada o la misma Josefa Ortiz de Domínguez participaron activamente en la vida política del país.

 

 

“Era una reto romper con los estereotipos, en el siglo XXI comienza a verse una participación activa de las mujeres, pero aún con un ambiente adverso. Apostó por una postura política firme y clara y asumió las consecuencias con dignidad y valentía, aunque Sara acompañó a Madero en la búsqueda de espacios democráticos más que una transformación profunda como lo pedían Villa y Zapata”, consideró.

 

Para la historiadora, es necesario rescatar las distintas condiciones de las mujeres en todos sus contextos, recordando que, a pesar de la cultura machista, es un hecho que las mujeres lograron romper con desafíos que, a pesar de todo, siguen permeando la sociedad actual y que deben ser un ejemplo para que las mujeres en la actualidad eviten reproducir las mismas violencias de las que han sido víctimas.

 

por Mánelick Cruz Blanco 

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