Videojuegos para el corazón

¿De qué manera jugar videojuegos puede aportarnos nuevas experiencias a nuestras vidas?

Cuando era niña mi mamá no me dejaba jugar videojuegos; decía que hacían a los niños tontos y violentos, narrativa que era bastante común a principios de los dosmiles. La democratización de la tecnología —una democratización a medias porque seguía siendo bastante cara para una familia mexicana promedio— todavía era sospechosa para la mayoría de los adultos nacidos antes de los años noventa.

 

Aunque despertaban un poco de curiosidad en mí —y recuerdo que los intenté jugar una ocasión en casa de una compañera de la primaria— con el tiempo yo también empecé a creerme la idea de la nocividad de los videojuegos y, el poquísimo interés que alguna vez tuve en ellos, desapareció. No diría que la no permisividad para jugar este tipo de juegos arruinó mi infancia ni nada por el estilo porque —afortunadamente— siempre tuve otras muchas distracciones que sí estaban autorizadas por mi mamá.

 

Al llegar a la adultez los videojuegos eran un tema indiferente para mí; aunque a veces me sentía lejana al no entender las referencias de Mario Bros, el casi nulo conocimiento que tenía del tema jamás representó una marginación significativa al momento de convivir con otras personas. Fue hasta el principio de mis veintes que empecé a enterarme de cosas que a todo mundo le parecían cultura general alrededor de los videojuegos, como que podías jugarlos en una computadora —y no necesariamente en una consola— o que había juegos que no estaban disponibles para todas las consolas.

 

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Un día mi novia me invitó a jugar con ella en su PlayStation y le dije que no tenía ni idea de cómo jugar y que incluso —tantos años después— todavía sentía un cierto rechazo hacia los videojuegos. Dicen que lo que bien se aprende jamás se olvida y eso incluye las ideas que los adultos le enseñan a los niños y que ellos aprenden sin titubear. Ella me preguntó si no quería aprender y que quizás si me enseñaba en su Nintendo 64 sería más sencillo introducirme a los videojuegos. Le dije que sí.

 

La verdad es que lo hice muy mal. Quisiera decir que era porque no tenía experiencia pero a ciencia cierta creo que es porque mis habilidades motrices finas son pésimas en general y la coordinación con los botones me resultó complejísima. Quizás jamás domine del todo bien un control de videojuegos. Pero me divertí muchísimo.

 

Entrar al mundo de los videojuegos sin ninguna expectativa y con un poco de recelo me hizo encontrar en ellos algo que me costaba bastante —y me cuesta— que es el hacer una actividad por el mero placer de realizarla y sin la presión de ser la mejor. Si bien muchos de los videojuegos —y de los juegos en general— promueven la competencia, saberme mala jugadora desde el día uno ha hecho que a pesar de siempre terminar en último lugar en el Mario Kart siga siendo un juego que me encanta.

 

Además, empezar a interesarme por los videojuegos me permitió derribar las ideas preconcebidas que tenía sobre ellos porque, si bien hay juegos con contenidos explícitos de violencia —que definitivamente no son para niños— también hay otros tan tiernos que me dan ganas de explotar. Y no sólo eso sino que, muy al contrario de aquello que creía mi mamá, hay estudios que demuestran que jugar videojuegos te permite desarrollar habilidades de cooperación, creatividad, agilidad mental y atención canalizada.

 

Hace tiempo me salieron en TikTok una serie de videos que te recomendaban juegos dependiendo de tu estado emocional; me quedé anonadada. ¿Cómo era posible que aquello que por años tuve casi satanizado me brindara herramientas para lidiar con líos emocionales? ¿Por qué había llegado tan tarde a descubrir que incluso hay juegos que calman la ansiedad de las personas?

¿De qué me perdí todos estos años?

 

Por ejemplo, existe un juego llamado “It Takes Two” que pertenece a los llamados juegos cooperativos y que consiste en completar misiones en pareja. Al contrario de los juegos que te ponen a competir contra otra persona, eres tú y tu pareja/amigo contra la computadora, algo que permite que ambos jugadores aporten con una meta en común.

 

It Takes Two Is Going To Be Made Into A Movie

 

Aunque podemos decir que más o menos así funcionan muchas cosas de la vida cotidiana, la diferencia es que en un videojuego las consecuencias no trascienden de no poder pasar el nivel, lo que permite a los jugadores reflexionar sobre qué cosas se hicieron mal y se pueden mejorar en la siguiente partida. Algo que sin duda deberíamos aplicar en la vida diaria pero que muchas veces resulta complicado porque las consecuencias van más allá de niveles.

 

Otro juego que me gustaría abordar aquí —y que muero por comprar— se llama “a Little to the Left”, un videojuego perfecto para todos aquellos que disfrutamos de ordenar cosas: imagina el placer que conlleva poder dejar todo en perfecto orden sin el esfuerzo físico que implica lograrlo. ¡Una maravilla! Usuarios de este juego aseguran que en los días más estresantes llegar a jugarlo resulta estimulante y revitalizador. Y yo que nunca lo he jugado no tengo dudas al respecto.

 

A Little To The Left | Small Game Online | suturasonline.com.br

 

Por supuesto que no todo es miel sobre hojuelas y claro que existen trágicos casos relacionados con el uso descontrolado de los videojuegos; al final eso poco tiene que ver con los videojuegos en sí y más con el exceso —el cual tiene consecuencia negativas en todas sus versiones— o un uso inadecuado de los juegos —menores de edad utilizando juegos para mayores de edad, etc.— y el análisis sobre esto no es tema de este texto.

 

Al final solamente me queda decir que no culpo a mi mamá por prohibir el uso de los videojuegos y entiendo sus razones para hacerlo, pero a veces me cuestiono si mi relación con ellos sería muy distinta de la que tengo actualmente. ¿Qué tanta distancia en experiencias hay entre aquellos que comenzaron en los videojuegos en la niñez y aquellos que lo hicimos a los 25? ¿Hay un enfoque distinto de apreciación?

 

Hace un par de meses compré mi primera consola: un Nintendo Switch. Mi novia me dijo que verme jugar videojuegos era divertido porque toda la vida pensé que no me gustaban y cuando una es adulta a veces es difícil descubrir nuevas experiencias. Probablemente nunca me convierta en una excelente jugadora pero sí en una jugadora feliz. Y en estos tiempos, la felicidad me interesa más que la excelencia.

 

 

Por Victoria Luna

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