La inflación que cabalga desbocada

Cuando Estados Unidos emprendió, junto con sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una campaña de injerencismo velado contra Rusia a través de la posibilidad de sumar a Ucrania a esta organización, nunca se imaginó que se estaría dando un balazo en el pie al afectar los intereses de sus propios ciudadanos, quienes sufren el embate de la inflación más alta de los últimos 40 años, al situarse en 9.1% durante junio. 

Si la intención de sumar a Ucrania a la OTAN no tenía la finalidad de provocar a Rusia para que se enganchara en un conflicto bélico con el primero, habría que cuestionarse entonces la capacidad de los asesores y analistas que integran este organismo al no prever dicho escenario.

Luce evidente que el affaire Ucrania-OTAN tenía como objetivo socavar el poderío político, económico y militar que ha venido acrecentando en los últimos años la nación rusa, convertida en los últimos años en el principal proveedor de energéticos de Europa.

Antes de la guerra, Rusia proveía el 40% del gas y el 27% de petróleo que consumía la Unión Europea, números que han puesto en jaque la soberanía de estas naciones, quienes han tenido que prescindir de estos recursos debido a las sanciones económicas contra los rusos, quienes finalmente optaron por cortar el flujo de hidrocarburos a sus ahora exsocios europeos.

El que uno de los principales proveedores de combustibles fósiles en el mundo salga de golpe de un mercado altamente globalizado ha tenido efectos inmediatos y el precio de los combustibles ha subido de manera constante en los últimos meses, lo que a su vez ha generado una presión importante en el costo de productos y servicios.

Pero el incremento de los energéticos sólo es una de las aristas sobre las que se erige una de las inflaciones mundiales más altas de las últimas décadas, la escasez de alimentos también es un factor importante a tomar en cuenta.

Ucrania es considerada “el granero del mundo” debido a que es uno de los principales productores en el mundo de trigo, cebada, maíz, semilla de girasol, aceite de girasol, entre otros productos, y el conflicto bélico afectará este estatus a pesar de que ha habido promesas, por parte de Rusia, de que no se afectará la infraestructura agrícola —lo cual, en la práctica es muy poco factible de cumplir—.

Con energéticos caros y menos alimento, la inflación cabalga desbocada alrededor del mundo, no sólo en Estados Unidos: en junio, España registró una inflación del 10.2%; Alemania, 7.6%; Brasil, 11.9% y México 7.9%, por mencionar algunos.

El caso México

Es digno de análisis el comportamiento que ha mantenido la economía mexicana ante la crisis mundial, pues el peso se ha mantenido sólido y la inflación, aunque alta, es menor que la estadounidense. Las razones son variadas, pero sin duda responden, en buena medida, a las políticas que se han implementado desde el gobierno en turno. 

Sobre todo, porque existía la creencia generalizada de que, cuando a EUA le daba “catarro” en cuestiones económicas, a México le daba “pulmonía”. Sin embargo, al menos en esta ocasión, la economía no ha seguido esta lógica.

Uno de los factores que mantienen la inflación mexicana por debajo de la estadounidense es que actualmente se está exentando de impuestos a gasolinas y diésel, lo que ha mantenido estable el precio de los combustibles, y por ende, se ha frenado un poco el encarecimiento de los productos. A lo anterior habría que sumar el pacto con empresarios que se firmó en semanas pasadas, el cual tiene por objetivo mantener fijo el precio de distintos productos que son esenciales para la canasta básica.

Además, en sintonía con la Fed, el Banco de México ha hecho importantes aumentos a las tasas de interés de referencia (las que sirven de guía para situar las tasas de interés de los bancos privados), lo que en el corto plazo incrementará el costo del dinero, desincentivando el consumo, a fin de contener, también de esta manera, la escalada de precios, pues a menor demanda, menor precio.

Inflación camino a la recesión

Una de las consecuencias más preocupantes de que se desincentive el consumo es la recesión. Con menos consumo hay menos demanda de productos y servicios, y con menos productos y servicios, hay menos empleos, con menos empleos, hay menos dinero circulando; hasta que, finalmente, llega el colapso del sistema.

Los escenarios que podría enfrentar el mundo son desalentadores y ya tenemos referencias de lo que es vivir en un estancamiento económico. La Gran Depresión, que comenzó en Estados Unidos en 1929, nos mostró lo que significa que un gran número de personas pierdan sus empleos y que busquen de manera desesperada una forma de ganarse la vida.

Aunque es probable que no estemos cerca de una situación de estas proporciones, una recesión sí implica que un gran porcentaje de personas enfrenten escenarios adversos en su economía. La recesión más reciente que ha enfrentado el mundo es la que ocurrió en 2008, luego de que la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos estalló, sin embargo, sus efectos no fueron todo lo desastroso que se esperaba y la economía ha venido recuperándose poco a poco.

Las condiciones y las causas son distintas a lo ocurrido hace ya 15 años; el actual conflicto armado por diferencias geopolíticas, que involucra directa e indirectamente a las principales potencias, será un reto para la estabilidad económica mundial en el corto y mediano plazo, y el alcance de las afectaciones solo lo conoceremos con el correr de los años.

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