¿El hombre puede escapar a su destino? Mucho se ha teorizado sobre la naturaleza humana y cómo su contexto puede o no redefinir su futuro, de esto dependen múltiples programas sociales y las tramas en algunos mitos griegos.
La idea de “Sujo” (2024) nace durante las investigaciones que se llevaron a cabo para “Sin señas particulares” (2020), cuenta Fernanda Valadez, codirectora de la película. Mientras la primera película cuestiona el fenómeno del narcotráfico y su alcance a la juventud, “Sujo” plantea un escenario en el que esta guerra está tan arraigada en el tejido social que los niños ya nacen incrustados en la violencia, con un pasado y, quizá, un futuro designado.
Cuando un territorio está tomado por el crimen organizado, es difícil germinar sin que las propias raíces se conecten al narco. Por un lado, está la necesidad económica y la coacción por medio de violencia y amenazas. Sin embargo, todo esto se entrelaza en Sujo con un factor que se plantea casi como una obligación sanguínea: ¿podría el hijo de un sicario escapar del futuro de su padre?
Así es como nos adentramos en la infancia de Sujo, un niño que ha quedado huérfano por el oficio de su padre. La sombra de su asesinato y, al mismo tiempo, de los asesinatos que efectuó, cubren por completo la vida del hijo de 4 años que se ha quedado a merced de la venganza del cartel. Pero en un pueblo en el que todos los hombres están involucrados en el narcotráfico Sujo no está solo: dos mujeres acuden a su auxilio y defensa.
Los elementos del guion se apoyan en la construcción de imágenes que rozan entre lo metafórico, lo místico y lo simbólico. El mundo infantil no alcanza a comprender la crudeza del crimen organizado; en medio del monte, Sujo aprende de la vida y de la muerte a partir de su tía Nemesia (Yadira Pérez), quien tiene una conexión especial con el misticismo. Así, la sombra heredada de su padre se ve combatida por el fuego que utiliza Nemesia para contarle historias, ideas que toman fuerza por el alto contraste entre luz y oscuridad en los planos.
(¡Alerta de spoilers!)
Toda esta espiritualidad se ve diluida en la segunda mitad de la película, en la que la sombra de su padre ha alcanzado a Sujo. En su huida se aleja de la sombra, pero también desaparecen las historias del fuego. Genuinamente creo que estos relatos místicos sobre el origen de la vida sólo se transforman al alejarse del monte. Quizá ya no está con su tía, esta guía espiritual, pero se encuentra con otro tipo de narraciones: la literatura. Aunque claro, la obra está enfocada sobre todo en la oportunidad de la educación y las puertas que te abre la misma.
“Bujo” no romantiza el quehacer literario como algo que pueda, por sí mismo, “salvar a alguien”, pero sí nos habla de cómo la palabra puede darle sentido a la vida. Con la actuación estelar de Juan Jesús Varela y Kevin Aguilar como Sujo, Karla Garrido como Rosalía y Sandra Lorenzano como Susan, esta historia de formación coloca estratégicamente los elementos necesarios para entender cómo tanto el contexto violento como las decisiones personales influyen en el camino de la juventud.
La elegancia con la que Astrid Rondero y Fernanda Valadez muestran la angustia de cada uno de los personajes, con su resentimiento, miedo e ilusión a flor de piel, muestra no sólo una maestría en la construcción de los perfiles, sino un profundo respeto por las tantas historias de víctimas que inundan México. En ningún momento el morbo, la generalización o el amarillismo aparece en el largometraje, haciendo todavía más genuina su veta. Este respeto se muestra también en el final de la película, en el que el optimismo no sobrepasa al realismo y la esperanza es sólo una posibilidad.
“Sujo” ha ganado hasta ahora el Premio del Jurado en el Festival de Sundance, y los premios a Mejor película, Mejor director y Mejor guion del Festival de Morelia, entre otros. Es la cinta mexicana seleccionada para el Óscar y los Goya.
Shantal Abrego