En el imaginario colectivo, el fraude de paternidad es un lugar común al que, incluso, se le han atribuido valores cómicos o jocosos, pero que es una problemática con implicaciones serias en los derechos reproductivos de los hombres, problemática que podría solucionarse con la implementación de pruebas de paternidad obligatorias para el registro de infantes.
Esta narrativa chusca la encontramos en chismes, chistes e incluso canciones; un ejemplo de ello es la canción de “Capullo y Sorullo”, donde las dudas de la paternidad sobre uno de los nueve hijos del matrimonio, lleva al marido a confrontar a su esposa, solo para descubrir que no era uno, sino ocho, los hijos con los que no tenía ningún vínculo sanguíneo.
El fraude en la paternidad es un engaño deliberado hacia el hombre sobre la filiación de un hijo. Es decir, que la madre sabe o tiene sospechas de que el hijo podría no ser del padre y aun así le atribuye la responsabilidad paterna.
Aunque la información estadística del fenómeno no es tan amplia, sí existen datos sobre el mismo, muchas veces de estudios que tienen otros objetivos primarios, pero que de manera secundaria atienden los datos del problema.
¿Cuál es el tamaño del fenómeno?
En el artículo “Medición de la discrepancia paterna”, de Bellis, Hughes, Hughes y Ashton (2005[i]) se analizaron los resultados de distintos estudios, con tasas que van del 0.8% al 30%. De acuerdo con los resultados, la discrepancia paterna (DP) se produce cuando hay un padre biológico distinto a la persona que cree ser el padre de un niño y es más frecuente si las parejas son jóvenes, viven en condiciones de pobreza, tienen una relación larga sin que se concrete el matrimonio o pertenecen a grupos étnicos específicos.
Ysabel Montoya, directora científica del laboratorio Biolinks en Perú, en una entrevista con un medio local[ii] hablaba desde su experiencia sobre el fenómeno, en el que históricamente se ha pensado que los más interesados en hacer una prueba de paternidad serían los hombres, sin embargo, la realidad actual apunta hacia otro lado.
“Muchas mujeres recurren a los exámenes como parte de un proceso judicial de filiación, para demostrar la paternidad sobre su hijo. Sin embargo, señalan de manera equivocada, en alrededor de un 30 por ciento de los casos, al hombre que las embarazó”, se puede leer en la entrevista.
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En los casos en los que el hombre es el que busca la prueba de paternidad por sospecha, el porcentaje aumenta a un 45% de los casos donde no hay filiación, por un 55% en el que sí se establece el vínculo sanguíneo, de acuerdo con los datos del laboratorio.
Sin embargo, es importante señalar que estos resultados tienen un sesgo, como los señalan Bellis et al, pues es más probable que la DP se presente en casos donde ya hay sospechas de que la paternidad no es auténtica, que en un caso donde no las existen, por lo que esta tasa tan alta podría ser engañosa.
Los motivos
La interpretación de la doctora Montoya es que hay una tendencia de la madre a buscar a un padre con un nivel socioeconómico que considera aceptable: “Se han dado casos extremos en que recién a la tercera o cuarta posibilidad se logra establecer la paternidad, no siendo siempre compatible con el deseo de la madre”, señala.
El tema coincide con el artículo de Bellis et al, en el que el fraude de paternidad se busca por condiciones de pobreza, en el que se estaría buscando al padre por sus posibilidades económicas y no porque realmente sea el progenitor biológico.
De acuerdo con los autores, “la DP se asocia con una mujer que ha tenido relaciones sexuales, (usualmente a escondidas) fuera del matrimonio o una relación larga”, y el embarazo se da de manera accidental. A veces, por el contrario, el embarazo puede ser el motivo de la infidelidad, es decir, que la mujer no puede concebir con su pareja estable, por lo que busca el embarazo con otro hombre sin romper la primera relación. También se puede presentar cuando una mujer cambia de pareja en un periodo corto de tiempo, quedando embarazada de la pareja previa, sin que haya infidelidad, pero sí intención deliberada de atribuir la paternidad a la persona incorrecta. O en casos donde la mujer tiene varias parejas a la vez.
Las consecuencias
El fraude paternal o la discrepancia paterna tiene efectos directos en las familias donde se presenta. La principal e inmediata es que es muy probable que haya una ruptura del núcleo familiar, en el que muchas veces hay hermanos que sí son del padre en cuestión. Otro aspecto importate es que el niño involucrado en el fraude parental seguramente deberá enfrentar una crisis de identidad. De acuerdo con los investigadores, muchos de los niños que enfrentan escenarios de esta naturaleza, presentan baja autoestima, ansiedad, conducta antisocial y comportamientos agresivos.
Sin embargo, ¿esto debería limitar la discusión del fenómeno?, sin duda la respuesta es no. Como en todos los problemas sociales, hay aspectos secundarios que podrían afectar a terceras partes, pero que esto no puede suponer una causa justificada para ignorar un problema.
Deben diseñarse mecanismos, en este caso legales, que puedan garantizar que se pueda atender esta problemática para mejorar el desarrollo de todos los miembros de las sociedades.
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Pruebas de paternidad obligatorias
Una respuesta al problema podría ser la imposición de pruebas de ADN obligatorias para poder registrar a un menor bajo el nombre del padre. En casos donde explícitamente el padre sepa que el hijo no es suyo, el registro debería realizar mediante un documento en el que se haga expreso el conocimiento de esta situación y que la persona registra al menor aun sin ser su padre biológico.
Pero de ninguna forma la prueba debería ser opcional, porque estaría sujeta a presiones sociales, debido a las implicaciones morales de solicitar una prueba de esta naturaleza. De tal forma que el hombre no debería ser coaccionado a no realizar dicho test.
Es importante señalar que el análisis de este fenómeno no debe vincularse a otros que también afectan la paternidad o la maternidad, pues unos y otros no son inherentes. De manera frecuente, cuando se plantea este tema como algo necesario, se menciona el abandono paterno que muchos hombres realizan sobre su descendencia. Lo cual, aunque también es una problemática, no está relacionado con el tema central de este artículo. Es decir, el que algunos hombres abandonen a sus hijos biológicos no justifica que exista el fraude paterno.
Tampoco, por ejemplo, implica que incida en la prevalencia de la infidelidad femenina, sino que busca evitar que una persona esté vinculada parental, emocional y legalmente, a otra con la que no guarda ningún vínculo sanguíneo. Es por ello que, para evitar escenarios adversos, y avanzar en los derechos reproductivos de los hombres, se necesita comenzar la discusión sobre las pruebas de paternidad en el ámbito público, algo que actualmente no pasa porque nadie está interesado en ponerlo en la agenda pública.
No hay activistas, ni políticos, ni académicos que estén reivindicando la necesidad de legislar en la materia, por lo que, un primer paso, es poner esta situación en nuestras mentes, analizarla y, por supuesto, ponerla a debate.
[i] Bellis MA, Hughes K, Hughes S, Ashton JR. Measuring paternal discrepancy and its public health consequences. J Epidemiol Community Health. 2005 Sep;59(9):749-54. doi: 10.1136/jech.2005.036517. PMID: 16100312; PMCID: PMC1733152.
[ii] Entrevista a Ysabel Montoya: “Un 30% de mujeres se equivoca al señalar al padre de sus hijos en procesos de filiación”. Ver en Internet: https://andina.pe/agencia/noticia-un-30-mujeres-se-equivoca-al-senalar-al-padre-sus-hijos-procesos-filiacion-303927.aspx