Con la reactivación de las discusiones de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad entorno al conflicto palestino-israelí, los reflectores globales regresan a esta organización y las dudas referentes a su forma de actuar (o falta de) vuelven a plagar las noticias e inclusive las redes sociales de la mayoría. Desde afuera, sólo vemos pláticas, votaciones y el señalamiento de la culpa entre los asistentes, pero ¿cómo funciona este Consejo? ¿Realmente puede ayudar a alcanzar la paz en este y otros conflictos?
Para poder resolver estas preguntas, primero es necesario entender cómo opera y cómo nace el Consejo de Seguridad de las Naciones y la organización intergubernamental de la cual se desprende.
¿Cómo nace la Organización de las Naciones Unidas?
Al término de la Primera Guerra Mundial, existía cierto consenso internacional acerca de la Gran Guerra: no podía repetirse aquel suceso, que hasta ese momento era el más violento en la historia de la humanidad. Es por ello que algunos países propusieron la creación de una organización que ayudara a mantener el orden y la paz entre naciones, dicha organización nace en 1919 y se le conoció como Sociedad de las Naciones. A pesar del esfuerzo, desde su inicio esta sociedad estaba destinada a fracasar. Uno de sus más grandes miembros fundadores, Estados Unidos, no quiso ser parte de la organización ni ratificar ninguno de sus acuerdos, por lo que muchísimos otros países no tomaron en serio el proyecto, haciendo que nunca tuviera la suficiente fuerza para hacer algún cambio, y con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la capacidad de actuar de la organización ya no pudo ser justificada.
Con el comienzo de esta segunda guerra, un nuevo intento de crear un organismo supranacional que sirviera como punto referencia para mantener un orden global se puso como meta a lo largo de varias conferencias, pero no fue hasta 1944 que se puso sobre la mesa de una manera más consolidada, cuando las principales potencias de los aliados se sentaron a lo largo de casi tres meses en lo que conocemos como la conferencia de Dumbarton Oaks. Representantes de Francia, la República de China (actualmente conocida como la República Popular China o únicamente como China), el Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Soviética (actualmente Rusia) fundaron las primeras bases tangibles de una nueva organización mundial basada en el ‘sueño’ de naciones unidas que el entonces presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, había vendido a gran parte de la población internacional. Teniendo este antecedente inmediato, fue así como con el término de la guerra y la declaración emitida en la conferencia de Yalta celebrada por los aliados en febrero de 1945, nace lo que actualmente conocemos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Este nuevo órgano, a diferencia de su predecesor, en esencia busca lograr una universalización y darle voz a los nuevos Estados que surgieron con el reacomodo del nuevo mundo post Segunda Guerra Mundial. Otra de las principales diferencias que tiene la ONU es su estructura mucho más marcada y en algunos casos específicos sus miembros le otorgan cierto poder y autoridad sobre ellos, lo que hace que algunas decisiones tomadas sean vinculantes, es decir que es su obligación cumplirlas. Actualmente, las Naciones Unidas cuentan con seis órganos principales: la Asamblea General (el único con representación universal de todos sus órganos), el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, el Consejo de Administración Fiduciaria, la Corte Internacional de Justicia y la Secretaría de la ONU. A la organización están adscritos como miembros 193 países, y como países observadores no miembros son Palestina y la Santa Sede.
El Consejo de Seguridad y el derecho de antigüedad en el uso del ‘veto’
Siendo el órgano con mayor responsabilidad de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad es el encargado de mantener la paz y la seguridad y es el único órgano que puede tomar decisiones vinculantes (como se mencionó previamente), también conocidas como resoluciones y obligar a cualquiera de los 193 Estados miembros a cumplirlas, para que estas resoluciones sean aprobadas deben contar con un mínimo de nueve votos a favor, sin embargo en esta regla existe una excepción. El Consejo que vota por las resoluciones está conformado por quince Estados, de los cuales cinco son miembros permanentes y diez son miembros no permanentes.
Como podemos imaginarnos, los miembros permanentes son los mismos que en 1944 estuvieron discutiendo en la conferencia de Dumbarton Oaks: Francia, China, Reino Unido, Estados Unidos y Rusia, mismos que adicionados a la imposición de su posición permanente al Consejo, se otorgaron algo conocido como ‘veto’, el cual es la excepción de la regla de las resoluciones: un voto negativo o ‘veto’ por un miembro permanente evita la adopción de una cualquier resolución, sin importar que esta ya posea el mínimo de votos requeridos para ser aprobada. Lo único que los miembros permanentes no pueden vetar es que algún tema llegue a discusión al Consejo, pero a partir de ahí prácticamente pueden bloquear cualquier decisión si esta va en contra de sus metas o deseos. El miembro que menos ha usado el veto es China, y el que más lo ha usado es Rusia.
Por su parte, los diez miembros no permanentes son elegidos de cinco en cinco cada año por la Asamblea General de la ONU y están en su cargo por un periodo de dos años; estos diez puestos se otorgan de acuerdo con criterios regionales para asegurar un balance adecuado del poder, África elige tres miembros, Latinoamérica y el Caribe eligen dos, al igual que Asia/Oceanía (que se unen en un bloque) y Europa Occidental (que incluye a Canadá, Australia, Nueva Zelanda e Israel), por su parte, Europa Oriental elige uno. Con la intención de universalizar aún más las acciones de las Naciones Unidas, esta integró al árabe como idioma oficial y al Consejo lo impactó directamente ya que ahora se pide que cada año al menos un miembro debe ser del mundo árabe, y se debe elegir del continente africano o asiático. Siguiendo la línea de equidad, la presidencia del Consejo se rota mensualmente de manera alfabética. Al fin del 2023, el Consejo de Seguridad está compuesto Ghana, Gabón, Emiratos Árabes Unidos, Brasil y Albania (quienes este año culminan sus funciones y serán sustituídos para el 2024) y Mozambique, Japón, Ecuador, Malta y Suiza (quienes se mantiene un año más).
Cuando los miembros no permanentes buscan inclinar la balanza: el caso de México
Desde que se fundó, debido al privilegio del ‘veto’ y la misma estructura que se le dio al Consejo, la toma de decisiones recayó principalmente en los miembros permanentes, sin embargo es necesario recalcar un detalle sumamente importante: si bien, estos miembros pueden bloquear propuestas, también lo pueden hacer los miembros no permanentes, al menos hasta cierta extensión, esto debido a que el mínimo necesario de afirmativos necesarios son nueve y los miembros permanentes son cinco. Y aunque son mínimas las ocasiones que cosas así suceden, cuando pasan dejan huella a nivel internacional, y justo en una ocasión México fue el protagonista de una situación similar en la administración de Vicente Fox, justo en el inicio de la guerra de Estados Unidos con Irak, cuando nuestro país fue miembro no permanente de 2002 a 2003.
Estados Unidos aseguraba que el régimen de Sadam Hussein contaba con Armas de Destrucción Masiva (ADM) y estaba aliado con el grupo terrorista de Al-Qaida, por lo que las Naciones Unidas debían realizar una intervención militar, por lo que en una primera resolución se determinó buscar pruebas de las declaraciones estadounidenses, pero para este país no fue suficiente por lo que para inicios de 2003 insistió en una invasión militar, sin embargo, antes de poder llegar a una resolución en específico, Estados Unidos retiró la propuesta de resolución y junto a Reino Unido, Australia y Polonia en marzo del mismo año.
El rol de México en esta situación se dio a puerta cerrada, en el que registros del Consejo demuestran que en todas las reuniones relativas al caso de Irak, el gobierno Mexicano siempre se pronunció por apoyar una solución pacífica al conflicto y buscó inclinar la balanza en contra de la violencia siempre respaldando uno de los pilares de su política exterior: resolución pacífica de conflictos y no intervención. Sin embargo, al posicionarse en contra de su mayor socio comercial mientras que al mundo nos volvió ‘héroes’, ante Estados Unidos fuimos lo que nunca deseó que pasara: una roca en su camino. Como consecuencia de estas negativas, nuestro país no pudo concretar políticas migratorias de protección a los mexicanos viviendo en EEUU altamente necesarias, y las relaciones diplomáticas se congelaron a pesar de la amistad entre los presidentes de ambas naciones.
Como pudimos ver, el Consejo de Seguridad posee una estructura basada en democracia, que si bien en teoría es correctamente aplicable, en praxis los intereses de los países con mayor peso siempre determinan qué hacer, sin importar si sea ‘lo correcto’ o no. En el caso irakí, después de años nunca se encontraron ADM, y tanto los conflictos ruso-ucraniano y palestino-israelí siguen sin poder hallar una resolución que lidere a la paz debido al constante uso del ‘veto’ de los miembros permanente.
Mientras los causantes de los conflictos no sean Estados poderosos o aliados de Estados poderosos, este Consejo y toda la Organización de las Naciones Unidas será capaz de encontrar una solución rápida y eficaz, pero en el momento en que estos se ven amenazados, las soluciones quedan y quedarán paradas por siempre hasta que suceda una de las dos cosas: el conflicto pierda relevancia y se deje a las personas afectadas, o una guerra estalle.
Ana Sofía Rivera