Por Luis Corona
Si pudiéramos trasladar el entretenimiento televisivo al lenguaje de las bebidas, donde Friends es una coca cola y South Park un Whisky amargo, me sentiría bastante contento de recomendar una excelente cerveza irlandesa: Derry Girls. De entrada la premisa podría sonar bastante cliché, la historia de un grupo de adolescentes conformado por Erin, Clare, Orla, Michelle y James, quienes durante la década de 1990 asisten a una escuela católica; la serie se concentra en las locas aventuras y problemas en los que estas chicas se meten sin querer mientras crecen en el conflictivo pueblo de Derry. El show toma lugar a finales del conflicto armado norirlandés, que durante tres décadas confrontó a los unionistas protestantes con los republicanos irlandeses mayoritariamente católicos, los primeros buscaban reforzar la unión con el Reino Unido y los segundos la integración con la República de Irlanda, un contexto histórico amargo donde la violencia y la muerte eran el pan de cada día. Pero en lugar de virar al drama histórico este show se diferencia por su ácido tono humorístico. Ése es el saborcito especial de Derry Girls, la brillante mezcla de esos dos elementos en apariencia contradictorios, la armoniosa combinación entre lo amargo y lo hilarante.
En Derry, lo cotidiano se encuentra con la irreverencia juvenil y las referencias a la cultura popular de los 90’s. Nuestras protagonistas no son el típico grupo de adolescentes que te topas en cualquier coming of age y no sólo porque tengan que crecer en un momento complicado social e históricamente, sino porque las integrantes de este grupo gozan de personalidades bastante definidas que, aunque a veces pueden parecer toscas y caricaturescas, se sienten extrañamente sinceras. Probablemente ése es el corazón de Derry Girls. No estamos en una serie de abrazos y “momentos Kodak”, afuera queda la cursilería de Friends, no hay burdos intentos por dar lecciones sentimentales a la audiencia. Estamos ante una comedia de situación en su máximo esplendor. Las personalidades bruscas y fuertes de cada uno de los personajes les dotan de una textura áspera que se siente auténtica, porque en la realidad las personas abundan en sabores; desde las más dulces hasta las más ácidas.
Ese sentido de franqueza se consigue al enfocarse en personajes imperfectos cuyas cualidades están en fuerte relación con sus defectos más grotescos; como por ejemplo Erin, la protagonista, quien es una chica entusiasta y creativa, el estereotipo de la chica del diario que sueña con ser escritora, pero el guion también resalta con maestría su narcisismo, su arrogancia y la ingenuidad con la que se asume el centro del universo. Ingenuamente se asume como progresista, pero sus prejuicios afloran cuando una de sus amigas intenta salir del closet. Además, la joven se cree una poeta a la par de Beckett pero sus analogías y metáforas pecan de obvias y pretenciosas (todos hemos estado ahí). En cada detalle vemos cómo se conforma una lucha con su ego donde encontramos una conmovedora transformación, todo contado con un humor bastante sincero.
El show también aborda un sector bastante olvidado en las comedias de adolescentes estilo Disney Channel: los conflictos de la clase trabajadora. Las familias conviven apretadas en una sola casa, compartiendo espacios e interrumpiendo la privacidad del otro. La pobre Erin no puede tomar un baño en paz o mantener la intimidad de un diario sin ser interrumpida por su siempre inquieta y curiosa prima. Las amigas tienen que hacer frente al hecho de que sus familias no tienen dinero suficiente para pagar un viaje escolar. Estas no son familias idílicas, abundan los conflictos, las discusiones verbales subidas de tono, al punto en que podrías argumentar que la única manera que estas personas tienen de expresarse cariño es a través del conflicto.
Suena a que esta brusca comedia no deja lugar para los sentimientos pero es al contrario: no quiere decir que no tiene momentos emocionales, sino que su punto fuerte consiste en equilibrar bien el humor y las emociones. No peca de solemne y sabe cómo burlarse de aquellas filosofías carpe diem que pueden sentirse cursis y falsas. Las emociones no son obvias, al igual que Michelle insulta a su primo o el padre y suegro discuten por todo, en algún momento alguien encuentra la forma de decir “te quiero” de la forma más sutil. Porque la vida no es comercial de refrescos, la gente no puede pasar 24 horas del día diciendo “te quiero”, no todo mundo tiene la facilidad e inteligencia emocional para hacer frente incluso a las emociones más bellas. A veces los sentimientos emergen de las formas más peculiares o sutiles y eso también puede ser conmovedor.
Y aunque las comparaciones puedan aparecer, Derry Girls es una comedia con identidad propia, creada por Lisa McGuee e inspirada en su propia experiencia creciendo en medio del conflicto norirlandés en Derry. Al igual que la protagonista de su serie, la escritora ha revelado que durante su juventud tenía una relación complicada con su pueblo natal, por un lado sentía un gran apego y por otro la necesidad de salir de ahí y encontrar éxito. Es bueno saber que finalmente encontró la manera de resolver ese dilema, ya que tras estudiar drama en Belfast se dedicó de lleno a la escritura de obras de teatro, películas y, ahora, una serie que le rinde homenaje al lugar donde vivió su alocada juventud. La creadora ha revelado que siempre amó las comedias de adolescentes pero que los personajes le parecían poco realistas, chicas sumamente atractivas y sensibles, algo con lo que no se podía relacionar porque recuerda que sus amigas, la gente real con la que convivía, eran más ridículas, más alocadas, simplemente graciosas. También le cuesta reconocer su experiencia personal en el retrato del conflicto norirlandés en la ficción, ya que según ella “no hay bromas” y eso es extraño porque desde su perspectiva, la gente del norte de Irlanda es muy graciosa, las risas nunca faltan (aún en los momentos más complicados).
Como la partitura de una sinfonía, los guionistas aficionados podrían incluso escuchar la peculiar estructura de los guiones de McGuee donde al más puro estilo de Seinfield, los problemas de la vida cotidiana escalan de manera cómica hacia lo demente. Aquí, el día de las niñas puede empezar con una pequeña riña en el autobús escolar y terminar con la muerte de una de las monjas del colegio. Es un claro ejemplo de la estructura con la que South Park, la famosa y polémica caricatura americana, crea sus guiones, con un constante ir y venir de causa y efecto, la dinámica natural entre los “pero” y los “por lo tanto”. Las chicas necesitan dinero para el viaje escolar “pero” sus familias no pueden pagarlo, “por lo tanto” buscan empleos, “pero” temen que les ganen todos los trabajos del tablero de anuncios de un restaurante, “por lo tanto” se roban el tablero, “pero” la dueña del restaurante las descubre, “por lo tanto” tienen que trabajar sin paga en el restaurante, “pero” Michelle se distrae con la bebida y termina incendiando el lugar. Conflictos extraños que crecen de forma exponencial en un efecto bola de nieve.
Pero lo que más destaca son los diálogos rápidos que se mueven líricamente como en los desayunos de mafiosos y criminales en las películas de Tarantino. Los personajes se hablan y responden de forma cómica pero se sienten reales, no son chistes metidos a la fuerza o frases al estilo del Chavo del Ocho, sólo groseros ciudadanos de la clase obrera contestándose entre ellos, hablando de la vida cotidiana, de música, de shows de televisión y películas de los noventa, todo con efectos hilarantes.
No estamos ante la típica Hannah Montana, estas niñas no son ningunas barbies, se la viven metiéndose en toda clase de problemas al más puro estilo de South Park. La escritura aprovecha el marco histórico para construir situaciones que no se darían en otras comedias, como cuando la familia descubre que un rebelde se les ha escondido en la cajuela del carro con el fin de cruzar la frontera. Un lugar fácil sería el retratar el aspecto más crudo del conflicto armado, poniendo a las niñas y al resto de los personajes bajo el yugo de la guerrilla, una forma que constantemente se repite en la ficción, pero la identidad de Derry Girls consiste en enfocarse en la cotidianidad de los individuos del pueblo, en los conflictos más sencillos en la vida de las personas normales, la historia de miles de familias que tuvieron que vérselas con retenes militares y amenazas de bombas, y aún con todo ese horror tenían que ir a trabajar, asistir a la escuela y seguir con sus vidas.
En un momento donde el mercado de las series está saturado, sobre todo en el ramo de las series de adolescentes, acércate a este show si se te antoja algo diferente y personal, que no dependa de la sexualización de las juventudes y del erotismo excesivo, que no requiera de homicidas o superpoderes, que no dramatice el consumo de alcohol y cuyos personajes no sean supermodelos en disfraces de jóvenes sensibles, sin enseñanzas o moralejas forzadas, pero sí con mucho corazón. El mundo de Derry Girls es bastante específico, uno donde un grupo de adolescentes se meten en toda clase de problemas y situaciones ridículas, llena de conflictos civiles, música de los 90’s y referencias a la cultura pop de esa época, donde los personajes hablan de forma acelerada, grosera y divertida, donde el humor está siempre al servicio de una historia interesante y humana.