Ritos Falsos para perder la tranquilidad

La banda de rock mexicana Serpyants lanzó su segundo disco, ‘Ritos Falsos’. Aquí una reseña de la experiencia de escucharlo desde la cuarentena.

Si tu respuesta al común dispositivo de socialización «qué música escuchas» es «de todo», existe una probabilidad alta de que ese todo venga con ciertas reservas. «Todo menos banda; todo menos reggaetón; y todo menos rock muy pesado» son excepciones recurrentes, por mencionar algunas.  

En la última periferia musical mencionada se encuentra Serpyants, una banda de rock mexicana relativamente nueva que este viernes lanzó su segundo disco, Ritos Falsos. Cabe apuntar que, en la escena donde Serpyants se mueve, estar en la periferia no tiene una connotación negativa pues, para empezar, de este rechazo a lo establecido bebe el espíritu que ostentan prácticamente todas las bandas de punk, rock, metal y similares que la integran. Además, no sería exagerado afirmar que los seguidores de esta escena son de los públicos más leales que cualquier músico podría desear.   

Serpyants / Foto: cortesía de la banda

Para alguien cuyo consumo musical es el universo pop, donde habitan todos los géneros llevados precisamente al pop para facilitar una aceptación más extendida, Ritos Falsos está lejos de las playlists normales a las cuales recurro para mover el cuerpo, canturrear y, básicamente, estar tranquila. De eso me doy cuenta a la primera canción. Pero estamos en cuarentena, y escuchar el estreno acompañado de una chela y un gallo es planazo.  

Con Hoguera, la segunda canción, llega a mi mente un flashback de cuando tenía 11 años y mi tío Miguel Ramón me preguntó si me gustaba el rock. Se había tomado sus copitas y, no sin batallar para sacar el disco de la caja, puso a Rosendo en el estéreo que había en la sala de casa de mi abuela. Me hizo la pregunta cuando se dio cuenta de que lo observaba desde el sofá y desde mi pubertad desconcertada. «El rock es bajo, guitarra, batería y ya», me aleccionó cuando le contesté que sí, por convivir. Serpyants siempre me ha recordado a Rosendo, mi primer contacto con el rock. ¿Qué pensaría Miguel Ramón de los gritos que pega el vocalista de esta banda mexicana? 

Ritos Falsos es un viaje corto, pero potente. Un viaje de siete canciones para perder la tranquilidad. Si hay algo de lo que estoy convencida es de que, en términos musicales, independientemente del género, la forma muta pero el fondo permanece. El fondo es esa explosión emocional que trae consigo la catarsis; los sentimientos a flor de piel que producen igualmente las baladas y el heavy metal. Esto lo pienso cuando llega la tercera canción e, inconscientemente, estoy moviendo la cabeza de forma frenética. Bajo, guitarra, batería y ya. La intranquilidad me hace sentir bien.

En el caso de Ritos Falsos, me parece que los combustibles de esa explosión son el miedo, la insatisfacción y el dolor, que se ocultan detrás del enojo. ¿Pero no son acaso estos sentimientos los que predominan en tiempos en los que las consecuencias fatales de la pandemia se ciernen, inminentemente y sin distinción, sobre la población del mundo? Contrario a lo que se podría pensar, nuestras circunstancias no ameritan calma y tranquilidad; ameritan un estruendo que nos saque de nuestro conformismo, de nuestras ganas de que las cosas vuelvan a ser como antes, cuando en el fondo sabemos que ese deseo es una batalla perdida. De ahí la importancia que pueden tener, para quienes conocemos la escena apenas superficialmente, propuestas como la del rock de Serpyants. 

Al final del viaje, las canciones que se van a mi playlist de temporada son Sal y Mar, que al estar conectadas semánticamente por sus nombres me hacen preguntarme si hay algún otro nexo entre ellas. Habrá que salir de la duda en una entrevista (por videollamada, obvio) con el autor de las letras. 

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