Bioarquitectura, una opción sustentable a la construcción tradicional

Las principales bases de este método de construcción tienen sus raíces en los pueblos ancestrales, pues siempre buscaban utilizar los recursos locales disponibles en el ecosistema donde se construye, como la tierra, la madera o las fibras vegetales, por lo que se busca recuperar y mejorar técnicas tradicionales.

El Día de la Tierra es en definitiva una de las fechas más importantes para la humanidad, pues nos invita a reflexionar sobre uno de los temas que, a pesar de ser urgente que se aborde, ha sido puesto de lado por los gobiernos en beneficio de las grandes empresas capitalistas: el deterioro del medio ambiente.

Sin embargo no todo se ha perdido, pues cada vez hay un mayor número de personas interesadas en disminuir su huella de carbono a través de distintos medios, sobre todo buscando la sustentabilidad y aplicándola en los diferentes ámbitos de su vida diaria.

Es lo anterior el primer planteamiento que llevó al desarrollo de la Bioarquitectura, que emplea un conjunto de herramientas de construcción que permite la armonía con el medio ambiente y las personas al momento de edificar una construcción, modificando lo menos posible al entorno, así como aprovechando al máximo posible los mismos recursos con los que se cuenta.

Las principales bases de este método de construcción tienen sus raíces en los pueblos ancestrales, pues siempre buscaban utilizar los recursos locales disponibles en el ecosistema donde se construye, como la tierra, la madera o las fibras vegetales, por lo que se busca recuperar y mejorar técnicas tradicionales.

Este es el caso de Margarita Pedraza, fundadora de La Casita Ecológica, un conjunto de cabañas en la Sierra Gorda de Querétaro realizadas mediante Bioarquitectura, en donde, además, se han implementado diversas ecotecnias que permiten cierto nivel de sustentabilidad; desde jardínes orgánicos, captación de agua, elaboración de composta y baños secos, entre otras.

 

 

Según cuenta Margarita, su principal inspiración para adentrarse en la bioconstrucción fue que cuando era pequeña llegó a notar la manera en la que se construían las casas, que en ese entonces era únicamente bioconstrucción, ya que no llegaban a esa zona los materiales como cemento ni varillas que ahora se acostumbran, por lo que tenían que echar mano de lo que tenían en la zona.

Ella menciona que fue en el tiempo de los abuelos, en el que acostumbraban a cortar por sí mismos los árboles de los bosques cercanos, así como utilizar piedras que cubrían con barro para realizar las paredes, mientras que recubrían los techos con palma u hoja de caña, lo que permitía que las casas tuviesen una capacidad de regulación biotérmica; por lo anterior nació en Margarita la inquietud de construir una vivienda basada en estos conocimientos ancestrales.

Lamentablemente, para ese momento ya no había ninguno de esos constructores que ella tanto admiraba, sin embargo eso no la detuvo, pues encontró a Jorge Belanko, un maestro argentino que realizaba construcciones con bioarquitectura, y que estuvo en Querétaro dando clases al respecto.

Gracias a esto, lo que comenzó como un proyecto de vida evolucionó a un pequeño complejo de cabañas cuya base principal ha sido reciclar y aprovechar los recursos al máximo, pues en parte de las construcciones reutilizan desechos, como botellas de vidrio, que de otra manera terminarían en el relleno sanitario, dando una segunda oportunidad a materiales que, además, cumplen una función importante dentro de las casas, pues en el caso de los envases de vidrio, fungen como pequeños tragaluz que distribuyen mejor y por más tiempo la luz del sol, permitiendo un menor consumo de electricidad.

 

Por otra parte, una de las mayores ventajas de estas construcciones son sus bajos precios, pues se pueden conseguir fácilmente, no requieren demasiado transporte y son sencillos de trabajar, incluso, asegura Margarita, son conocimientos que se llevan en la sangre, pues se tiene una memoria genética y se puede saber de manera natural de qué manera rellenar la estructura; eso sí, es recomendable conseguir un buen albañil con conocimientos básicos de cimentación para tener una base sólida.

Gracias a la iniciativa de La Casita Ecológica, impulsada por Margarita Pedraza, quien fue la primera persona en recuperar este tipo de construcciones, fue que en colaboración con el Grupo Ecológico de la Sierra Gorda de Querétaro, se comenzó a dar difusión a este estilo de construcción en beneficio del medio ambiente, permitiendo la armonía en la reserva de la biósfera, pues ya han proliferado en diversas comunidades este estilo arquitectónico, fomentando el cuidado de los recursos naturales y la disminución de la huella de carbono.

por Caro Olvera

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