Este ensayo explora algunas ideas provocadas por el coleccionismo de arte y de objetos clasificados como “antigüedades”, particularmente, del oficio del coleccionista. Las fotografías y la ilustración se realizaron a partir del Salón del Anticuario en Zona Maco 2024.
Coleccionar es una tarea que involucra pasión y dedicación. A primer vistazo, el trabajo de un coleccionista puede parecer uno basado en el egocentrismo y en las ganas de presentarse bajo un estatus más elevado del que pueda poseer, sin embargo, esto último se llega a presentar más como un efecto colateral del proceso de adquisición y de aumento de bagaje cultural, que como el verdadero motivo. El coleccionista sirve, si lo vemos desde un ángulo más místico, como el hilo conductor que usan piezas hermanas para reunirse, llámense pinturas, esculturas o manuscritos. No podemos negar que existen objetos que debido a su pasado y su paso por el tiempo han ganado un aura de poder y majestuosidad de tal magnitud que incluso podríamos llegar a sentir que poseen vida propia.
Ellos susurran la realidad de un pasado diferente, cuando lo preciado no era lo mismo que ahora, y si ponemos la suficiente atención, podemos aprender incluso de los artefactos más contrarios a nuestra realidad. Tanto de las figuras del marfil provenientes de los colmillos de elefante como de los caparazones de tortugas casi en la brecha de la extinción, podemos tomar la lección de la protección de nuestra flora y fauna; de las figuras, pinturas y textos que enaltecen la supremacía racial y deshumanizan a sectores de la raza humana, podemos aprender a marcar límites en donde no queremos volver a llegar. Más que satanizar nuestro pasado, hay que usarlo como aprendizaje para entendernos mejor y decidir qué queremos para nuestro presente y futuro, y justo esta tarea de concentrar indiscriminadamente (siempre y cuando sean partes de un todo) es la de un coleccionista.
Sin embargo, es necesario recalcar que el coleccionar no es una tarea individual, sino una de constante acompañamiento con los diferentes gremios expertos; además, el generar una red de coleccionistas ayuda a que en un futuro posible piezas hermanas que fueron separadas por circunstancias del tiempo se reencuentren, ayudando a afianzar los conocimientos que tenemos sobre nuestro pasado.
Coleccionar es la mejor manera en la que podemos conservar y cuidar el arte en casi todas sus expresiones para que nos acompañe en la posteridad, es por esto que la mayoría de los museos son el resultado de la exposición de las colecciones privadas y personales de diferentes coleccionistas que dedicaron sus vidas enteras a reunir piezas de un rompecabezas que se terminaría exponiendo al resto del mundo para su mejor apreciación y digestión, y dos de los mejores ejemplos los tenemos en el Museo Tamayo y el Museo Franz Mayer.
En cierta medida, podemos analizar a los museos como la evolución o etapa final de una colección privada, que puede ser mayoritariamente de una o un par de personas como es la del museo nombrado en honor a Olga y Rufino Tamayo:
“El núcleo de la colección del Museo Tamayo está formado por más de 300 obras de 170 artistas que Olga y Rufino Tamayo reunieron y donaron para que se conformara el museo. Su intención era brindarle al público mexicano la oportunidad de conocer arte internacional de la mejor calidad y de todos los movimientos desde la Segunda Guerra Mundial. La colección incluye ejemplos de los más renombrados artistas de la segunda mitad del siglo XX, como Pablo Picasso, Henry Moore, Isamu Noguchi, Franz Kline, Helen Frankenthaler, Wifredo Lam, Roberto Matta, Jesús Rafael Soto, Louise Nevelson y George Segal. Desde su inauguración, el museo ha seguido operando bajo la misión original de presentar lo más relevante del arte actual, y a la colección original se le continúan sumando ejemplos de arte contemporáneo en todos sus formatos con más de 980 obras en total.” —Museo Tamayo.
O también puede ser el resultado de iniciativa de un solo coleccionista, que después brindó hogar de refugio a las colecciones de otras personas, como es el caso del museo Franz Mayer:
“[El museo] es un fideicomiso cultural administrado por el Banco de México, con un Patronato establecido por el filántropo y coleccionista de origen alemán Franz Mayer. Es una institución sin fines de lucro que desde hace 35 años se ha dedicado a conservar, investigar y presentar las amplias colecciones de libros, pintura, y artes decorativas que constituyen el legado de Franz Mayer, así como otras importantes colecciones, como la de Ruth Lechuga, William Spratling, Marguerite Rostan y Wolfgang Paalen”. —Museo Franz Mayer.
Sea cual sea el motivo por el cual una colección privada mudó a ser parte del “dominio público”, la intención de conservar, mostrar y buscar comprender nuestro pasado se mantiene intacta; las colecciones son vistazo a las inquietudes, curiosidades y fascinaciones del coleccionista, que en un último grado de admiración y pasión, decidió compartirlo con el mundo, porque el verdadero arte y la verdadera belleza siempre deseará ser compartida.
Ana Sofía Rivera