Danza, resiliencia y transformación: La historia de Bárbara Alvarado

Entrevista a Bárbara Alvarado.

Bárbara Eugenia Alvarado es una bailarina y coreógrafa mexicana que ha logrado trascender por medio de su arte, la danza. Su fuerza interna la ha llevado a enfrentar y superar conflictos difíciles de manejar, y ha sido la danza el canal por el que ha logrado superar cada uno de los obstáculos que se le han presentado.

A través de su cuerpo, ha canalizado un viaje profundo, en el que las barreras se han convertido en oportunidades para crecer y descubrir nuevos horizontes. En una conversación íntima, Bárbara nos habla de los dos desafíos más grandes de su vida, su cuerpo y la enfermedad de su madre, así como de las actuaciones y proyectos que han marcado su trayectoria.

Un cuerpo que reta y enseña

Desde el principio, el cuerpo de Bárbara le presentó desafíos que parecían insuperables. Nació con una cadera estrecha, subluxación en el sacro y escoliosis, lo que la colocó en una desventaja física evidente desde temprana edad.

“Cuando hice el examen para la Escuela Nacional, me pasaron así, como diciendo: ‘Te vamos a dar la oportunidad’, porque una pierna era más corta que la otra. Creo que el gran reto de mi vida ha sido mi cuerpo”.

Sin embargo, en lugar de rendirse, Bárbara encontró una conexión profunda con su propio ser a través de la danza. Su cuerpo, inicialmente percibido como un obstáculo, se convirtió en su instrumento más preciado. “El cuerpo es un proceso, un instrumento que se ve afectado por tus pensamientos, emociones e incluso por tus contratos familiares y ancestrales“, reflexiona. Para ella, afinar su cuerpo ha sido un acto constante de resiliencia, una lección que aprendió temprano cuando una profesora de danza, frente a toda la clase, le dijo que nunca sería bailarina. En lugar de rendirse, algo dentro de ella respondió a un llamado más grande que los conflictos, y así con apenas 13 años, emprendió su sueño sin voltear atrás.

Su destino quedó sellado cuando, al ver una presentación del Ballet Nacional de México en el Palacio de Bellas Artes, Bárbara comprendió que ese sería su futuro. “Mi cuerpo está listo para bailar con ellos. No quiero bailar con nadie más.” Años después, logró entrar al Ballet Nacional y bailó con la compañía que la había inspirado desde niña, un logro que describe como el resultado del esfuerzo no solo propio, sino de todos los que la apoyaron en el camino.

La pérdida de su madre y el arte como refugio

El segundo gran desafío de Bárbara llegó en uno de los momentos más altos de su carrera, cuando dirigía su compañía Aletheia Cuerpo Escénico y recibió una invitación para homenajear a Guillermina Bravo en el Palacio de Bellas Artes. Tras esa función, su vida personal se sacudió cuando su madre le confesó que tenía mieloma múltiple, un cáncer en la médula ósea. Bárbara recuerda ese momento como uno de los más dolorosos de su vida.

“Mantuve la cordura delante de ella, pero en cuanto llegué a mi departamento, me azoté contra las paredes y grité como nunca”.

A pesar del inmenso dolor, Bárbara encontró en la danza un refugio y una manera de transitar su duelo. Comenzó a crear una obra con los alumnos del Colegio Nacional, una pieza que la ayudó a procesar lo que estaba viviendo. Mientras su madre se deterioraba, Bárbara alternaba entre funciones y viajes a la Ciudad de México para estar a su lado. “Seguí bailando, porque la danza es lo que me sostenía”.

Después de la muerte de su madre, Bárbara continuó trabajando sin parar, llevando consigo el peso de su pérdida, pero también la fuerza que la danza le había otorgado. La resiliencia que había aprendido al enfrentar sus retos físicos ahora se manifestaba en su capacidad para seguir adelante ante una tragedia personal.

Proyectos y actuaciones que marcaron su vida

Al hablar de los momentos que marcaron su carrera, Bárbara menciona varios hitos que reflejan no solo su talento, sino también su pasión por utilizar el arte como una herramienta de conciencia social. A los 12 años participó en un montaje sobre presas políticas, una experiencia que la conmocionó y la hizo tomar conciencia de la importancia del arte para generar impacto social. “Lloré todo el fin de semana al descubrir que los seres humanos se hacían daño entre sí”, recuerda.

Otra experiencia clave fue su primera función con el Ballet Nacional de México, en Querétaro, en 1999. Para ella, ese momento representó el fruto de años de esfuerzo y sacrificio. “Todo lo llorado, todo lo sufrido, todo lo perdido, valió la pena.”

No todas las actuaciones fueron fáciles. Uno de los momentos más duros ocurrió durante una función en Morelia, cuando recibió la noticia de que Juan Pablo Hernández había fallecido. “Fue la función más tremenda de mi vida, como si mi cuerpo fuera de cartón”, recuerda. A pesar de la devastación, Bárbara continuó bailando, sostenida por su equipo y su pasión por el arte.

La preparación, una constante evolución

Para Bárbara, la preparación para una función no empieza el día del evento, sino que es un proceso constante a lo largo de los años. “La magia se prepara todos los días de tu vida”, afirma. Después de 37 años en la danza, ha aprendido que cada etapa de la vida requiere un tipo diferente de preparación. “A mis 47 años, mi cuerpo no es el mismo que hace 10 o 20 años. Hay que ser coherente con lo que uno necesita para dar lo mejor en el escenario.”

La técnica, la alimentación y la conciencia sobre el propio cuerpo son fundamentales, pero también lo es la conexión emocional y espiritual que uno tiene con la obra y consigo mismo. Para Bárbara, la danza es mucho más que un oficio; es una forma de vida. Cada día es una preparación para la escena y para la vida misma.

El legado de la danza

Bárbara ha dedicado su vida a la danza, no solo como intérprete, sino también como creadora y guía para las nuevas generaciones de bailarines. Su historia es un testimonio de cómo los desafíos, tanto físicos como emocionales, pueden convertirse en oportunidades de crecimiento y transformación. Su resiliencia y su capacidad para seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros, son un ejemplo de la fortaleza que requiere vivir plenamente en el arte.

Con una carrera que abarca más de tres décadas, Bárbara sigue inspirando a quienes la rodean, recordándonos que la verdadera magia se encuentra en la preparación diaria y en la capacidad de enfrentar los retos con pasión, dedicación y amor por lo que hacemos.

por Raúl Ruiz Esparza

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