Con el revuelo del estreno de “Inside Out 2” en cines el tema de la ansiedad anda en boca de todos. Muchas personas se han sentido identificadas con la forma en la que la cinta refleja el tema de los ataques de ansiedad, y es sorprendente darse cuenta de que la mayoría nos hemos sentido cercanos a este tipo de experiencias. Tras ver la película, algunos de mis compañeros de trabajo se han dado la oportunidad de abrirse para compartir algún suceso o crisis emocional del pasado, y es bastante conmovedor darse cuenta que aún en la vida adulta la ficción puede ser un poderoso motor para conectar con otros. En este proceso uno termina por descubrir que aunque no lo parezca, muchas personas han atravesado momentos difíciles, y que hay gente dispuesta a extender su empatía y apoyo. Y no resulta extraño que en la esfera de la salud mental muchos compartimos experiencias con la ansiedad. Podríamos decir que junto con la crisis de atención, la ansiedad es en muchos sentidos el mal de nuestra era, uno que se exacerba por la sobreinformación, la expansión del reino de las redes sociales y más factores sociales, tecnológicos y económicos contemporáneos.
En este ambiente de apertura y conciencia, me vino a la memoria otra conmovedora e hilarante historia animada de una adolescente que lidia con la ansiedad, solo que esta vez la propuesta viene desde el otro lado del mundo, Japón. Considerado como el mejor anime del 2023 según los Newtype Anime Awards 2023, “Bocchi the Rock” tomó por sorpresa al mundo de la animación con su alocada propuesta visual y su temática. Este slice of life cuenta la historia de Hitori Gotō (Bocchi), una solitaria adolescente con ansiedad social que tiene el sueño de ser la guitarrista de una famosa banda de rock. Lamentablemente las metas de Bocchi se contraponen con su extrema fobia social, ya que el único lugar donde se siente cómoda tocando la guitarra es dentro de su clóset. Pero la vida de Hitori cambia cuando conoce a Nijika Ijichi, quien la invita a tocar a su banda amateur, Kessoku Band. A partir de ese momento Hitori iniciará un viaje que la obligará a salir de su zona de confort y afrontar sus miedos para cumplir sus sueños.
Entonces tenemos la clásica historia de adolescentes y bandas de rock, una premisa que garantiza buena música en el soundtrack y una trama inspiradora, pero a esto se suma la batalla diaria de nuestra protagonista por tener conversaciones, por comunicar sus emociones o simplemente mantener contacto visual. Muchos aspectos cotidianos se convierten en extremas odiseas o terribles pesadillas dentro de la cabeza de esta adolescente. Para Bocchi la escuela es deprimente y su trabajo intimidante, se siente sola todo el tiempo, y aunque tiene una inmensa necesidad y deseo por conectar con otras personas, su ansiedad lo hace infinitamente complicado. En esencia es la pesadilla de querer cumplir tus sueños mientras tu cerebro te sabotea constantemente para no hacerlo. Cada vez que Hitori se enfrenta al mundo tiene que lidiar con las películas que su mente crea, imagina que se van a burlar de ella, se supone irrelevante ante el mundo e incluso llega a suponer que la gente la odia.
Varias de estas características corresponden con el trastorno de ansiedad social, bien reconocido por la protagonista. Una mente con ansiedad social genera escenarios catastróficos para cualquier tipo de interacción, como mandar un mensaje, hablar por teléfono o presentarse en público y en eventos sociales, así Hitori es incapaz de invitar a sus nuevas amigas de banda a salir, evita las confrontaciones, las pláticas casuales con sus compañeros de clase o los festivales de la escuela. Si ya de por sí tener que lidiar con estas actividades es complicado, tocar la guitarra frente a un público en vivo parecería ser imposible, por lo que durante sus primeros conciertos Bocchi recurre a la estrategia de tocar la guitarra dentro de una caja de mangos, escondiendo así su identidad.
Sin embargo, con ayuda de sus amigas y compañeras de banda, Bocchi empieza a afrontar de a poco sus miedos. Con pequeñas acciones que se sienten grandes, y muy a su ritmo, avanza hacia sus metas. Pasa de la oscuridad de su closet, a la caja de mangos, a improvisar un concierto en la vía pública. Estos pasos son lo que se conoce como terapia de exposición, que es cuando las personas se enfrentan a pequeñas dosis controladas de aquello que les aterra, para poco a poco comenzar a controlar la fobia.
Pero creo que el verdadero acierto de este anime es que en ningún momento pretende curar la ansiedad de la heroína. El viaje de esta historia es en primera instancia uno de aceptación. Las amigas de Bocchi no quieren forzarla a cambiar, la aceptan con todas sus extrañezas y manías, sin embargo también la inspiran a que su ansiedad no sea un impedimento para cumplir sus sueños. De esa manera Hitori es capaz de controlar sus nervios y fobia para vencer el pesimismo que le impide reconocer que es digna de afecto. Y aunque este no es un camino lineal, ya que en todo proceso existen avances y tropiezos, lo importante es que no está dejando que la ansiedad devore su vida, al aprender a controlarla puede hacer cosas que antes creía imposibles.
Muchos han podido criticar el hecho de que la historia es una romantización de la ansiedad social, pero no me parece que sea el caso. Si bien la historia no busca ser un retrato realista y general de esta fobia, sí intenta ser una aproximación más empática de un caso personal. A través de la animación podemos no sólo entrar en la cabeza de Bocchi durante sus ataques, sino que podemos experimentar el mundo tal como ella lo ve. Visitamos los escenarios catastróficos que imagina, todos su miedos e inseguridades, pero también la emoción y pasión que experimenta hacia la música y hacia la amistad que forma con las Kessuko Band. Por eso el aspecto cómico sirve a la perfección para acercarnos a Bocchi, no para burlarse de ella.
“Bocchi the Rock” es un creativo licuado de estilos y técnicas. La serie hace gala de un amplio despliegue de recursos visuales, un collage que mezcla el estilo clásico del anime, secuencias stop motion, viajes psicodélicos, extraños renders en 3D, live action e incluso marionetas. Entre sus referencias a otros animes como “Evangelion” o “Dragon Ball Z”, hasta sus surreales momentos a la Bob Esponja, la pantalla toma por sorpresa al espectador en cada frame. Pero lejos de ser caprichos, estos momentos ayudan a contar a la perfección la historia desde la perspectiva de Bocchi, así podemos ver cómo literalmente Hitori se convierte en cenizas en un ataque de ansiedad, la vemos estallar de pena cuando un par de chicos le hablan en la playa, y cómo se encandila con el excesivo brillo que desprende su amiga extrovertida. La idea es sencilla, si Bocchi lo siente, la audiencia lo ve y lo escucha. Y aunque puedan parecer situaciones exageradas, la realidad es que para alguien con esta clase de ansiedad los eventos sociales se pueden sentir así de amenazantes, Hitori incluso se glitchea de la realidad cuando aparece la idea de abrirse una cuenta de instagram, o se imagina convertida en un monstruo gigante cuando la consume el ego. La comedia, muy efectiva, no está ahí para ridiculizar a Bocchi, al contrario, es el compromiso visual y narrativo lo que hace la gracia. Ninguna idea es tan alocada como para no dedicarle medio minuto de un segmento visual, y es eso lo que nos hace empatizar con la protagonista, este es su mundo y nosotros lo experimentamos con ella.
Pero después de tanto viaje audiovisual y rock and roll me queda la duda: ¿será tan necesario o importante salir de la zona de confort? Clásica es la idea aristotélica de que “El hombre es un ser social por naturaleza”, pero con el arribo de las nuevas tecnologías de comunicación a veces daría la impresión de lo contrario. No quiero plantear un tono apocalíptico, pero algunas de las tendencias de las llamadas redes sociales suelen parecer más bien asociales. Sin embargo, en el apartado más integrado hay bastante gente que sabe usar estas herramientas tecnológicas para conectar con una audiencia, compartir historias, escribir canciones y sumar gente a círculos de lectura o conciertos independientes. La misma Bocchi empieza siendo famosa en el anonimato de las redes sociales y aún eso no la llena. Hubiera sido fácil para ella conservar esa fama y no tener que confrontar su fobia, sin embargo su amor por la música y su deseo por hacer amigas eran muy profundos, y al final la suma de estos factores es el incidente que inicia la historia.
Medio y fin en uno mismo, el arte suele tener cierta cualidad colaborativa, incluso cuando inicia desde el anonimato y la soledad de un cuarto oscuro, o con una idea muy personal y secreta. Por eso la gente pudo conectar con la historia de “Inside Out 2”, por eso mis compañeros de trabajo hablaron sobre su ansiedad, al final puede parecer que estamos solos, pero el arte está ahí para recordarnos las cosas que compartimos. En el caso de Bocchi, cuando finalmente tuvo que tocar con sus compañeras de banda se dio cuenta que no basta con ser una gran guitarrista, también se necesita el oído para escuchar a tus colegas, el ritmo para ajustar los tiempos, y el corazón para seguir nuestras pasiones a pesar de nuestros miedos. Por eso me parece que historias como estas son tan importantes, no sólo son un buen ejemplo de representación para las personas con este tipo de problemas, sino que también ayudan a visibilizar este tipo de ansiedad y a comprender la importancia de apoyar a los que nos rodean. Es comedia de la buena, no de la que sirve para oprimir a otros, sino de la que ayuda a conectar entre nosotros.
Luis Enrique Corona Mandujano