¿Cómo se construye la memoria de la infancia? Viejas fotografías, videos caseros, historias familiares y algunos recuerdos que reconstruimos cada vez que acudimos a ellos nos ayudan a entender nuestros primeros años de vida y el cómo nos hemos convertido en lo que hoy somos.
Sin duda, de todos estos recursos, uno de los más cercanos y reveladores son los ojos de los hermanos. Así lo transmiten los versos de “Ya nada va a embestirnos esta noche”, en el que la voz poética está llena de recuerdos y de dudas de la infancia que compartió con su hermana, atreviéndose a cuestionar lo que pueden significar después de tantos años.
La mente de una infante puede atravesar por laberintos completamente opuestos a los que recorren los adultos. Para aquellos que tienen hermanas, hermanos, está el alivio de saber las memorias de sus vidas respaldadas. Sus recuerdos no se irán para siempre ni serán distorsionados por las palabras de sus padres o por las fotografías que muestran sólo una parte de la historia: tienen los ojos de un cómplice de sangre que iba aprendiendo y entendiendo la vida a su lado.
Así nos inmiscuimos en las páginas de Yolanda Segura (Querétaro, 1989), como redescubriendo los sentimientos en la niñez. La metáfora del cuento infantil se parece mucho a la del juego: crea una verdad absoluta del mundo y cobra sentido entre más confías en ella. Los versos se configuran a partir de una lengua inocente que no nombra lo que no entiende y, en paralelo, Yolanda conforma un mosaico en el que los miedos infantiles tienen una razón de ser, basta sólo mirar lo que el mundo adulto ha hecho con la naturaleza.
De la mano de muchos otros textos, pensando quizá en aquellos de Isabel Zapata, Mónica Nepote o Mary Ruefle, cada poema marca una cadencia que demuestra lo unidos que estamos al destino de nuestros pares no humanos. Imagen por imagen, como una serie de fotogramas, el movimiento nos permite adquirir perspectiva: los muros no sólo detienen personas.
“No hay afuera de la naturaleza”, se repite en estas páginas hasta crear una imagen en negativo. Acuñada como cuento, la alegoría es representada entre observaciones cándidas, datos dolorosamente crudos e imágenes que no podemos dejar de conjurar (como una niña pensando en ese monstruo antes de dormir, que entre más trata de calmarse más detalles puede imaginar). Esta lectura interseccional pone en la mesa la falta de libertad por adultocentrismo, especismo, racismo y colonialismo.
Además, es importante mencionar cómo el cuento avanza a través de las páginas, no sólo mediante imágenes y declaraciones escalofriantes, sino por una verdadera animación al pasar rápido las páginas del poemario, tal como aquellos monitos que solíamos dibujar en las esquinas de los cuadernos, un producto del ingenio del diseño editorial. Se incluye un sobre con stickers de animales-alebrijes para decorar el libro-objeto; la edición de este libro de Palíndroma es un homenaje al juego infantil.
Más allá de la tristeza, esta alegoría puede mostrarnos aquello que queda ante el miedo y la opresión, el camino a seguir, la mano a tomar, aunque sea la de una niña en tus recuerdos. “Ya nada va a embestirnos esta noche” es un poemario que se debería recorrer como un animal que desconoce toda frontera.
@_palindroma_
por Shantal Abrego