En los últimos años, el resurgimiento de la extrema derecha en el panorama político global ha generado un intenso debate sobre sus causas, implicaciones y conexiones con fenómenos históricos como el fascismo y el nacionalsocialismo.
Este fenómeno no es aislado; responde a un contexto de crisis económicas, descontento social y una creciente desconfianza hacia las élites políticas y económicas. Pero, ¿es este resurgimiento una respuesta natural a las fallas del sistema o una amenaza para las democracias liberales? Para entenderlo, es necesario analizar sus raíces, sus características y su impacto en la sociedad contemporánea.
Populismo y extrema derecha: ¿Una combinación peligrosa?
El populismo, como ideología que enfrenta al “pueblo” contra las élites, ha sido un vehículo eficaz para el ascenso de movimientos de extrema derecha. Aunque el populismo no es exclusivo de la derecha —puede manifestarse en cualquier espectro político—, en la actualidad ha encontrado un terreno fértil en discursos nacionalistas, xenófobos y antiestablishment. Es importante recalcar que el populismo no siempre surge en contextos de crisis económica; a veces emerge en periodos de relativa estabilidad, pero con un propósito claro: exaltar una identidad nacional o cultural que, supuestamente, está siendo amenazada por fuerzas externas o internas.
Este enfoque ha permitido a líderes de extrema derecha construir narrativas que resuenan en sectores de la población que se sienten excluidos o traicionados por las élites gobernantes. Sin embargo, el populismo de extrema derecha no sólo legitima la exclusión del “otro” —ya sea el inmigrante, la minoría étnica o el disidente político—, sino que también busca desmantelar las instituciones democráticas al cuestionar su legitimidad y promover soluciones autoritarias. En este sentido, el populismo es una herramienta que, en manos de la extrema derecha, puede tener consecuencias devastadoras para la democracia.
Lecciones del pasado: El fascismo y el nacionalsocialismo
El resurgimiento de la extrema derecha no puede entenderse sin mirar al pasado. El fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania surgieron en contextos de profunda inestabilidad económica y social. Ambos movimientos se alimentaron del descontento popular y utilizaron discursos nacionalistas y xenófobos para consolidar su poder. Líderes como Mussolini y Hitler supieron capitalizar el malestar social y ofrecer soluciones aparentemente simples a problemas complejos.
Hoy, aunque no estamos ante regímenes totalitarios como los de los años 30 y 40, existen paralelismos preocupantes. La crisis financiera de 2008, los estragos de la pandemia del COVID-19, la crisis migratoria y la creciente desigualdad económica han creado un caldo de cultivo para discursos que prometen “proteger” a la nación de amenazas externas e internas. Además, la globalización y, en el caso europeo, la creación de una entidad supranacional (la Unión Europea), que en su momento fue vista como una fuerza positiva, ha generado resentimiento en sectores que se sienten abandonados por el sistema. Lo que ha llevado a un aumento del apoyo a partidos de extrema derecha en este continente y otras partes del mundo, Estados Unidos por decir uno.

La extrema derecha en Europa: Ejemplos actuales
El resurgimiento de la extrema derecha en Europa es evidente en varios partidos a lo largo de la Unión. Pero sin importar el contexto específico de cada uno, estos comparten características clave: un discurso nacionalista, la promoción de valores tradicionales y una retórica antiinmigración. Sin embargo, cada uno se adapta a las particularidades de su contexto nacional.
Francia: Marine Le Pen y la Agrupación Nacional. Marine Le Pen ha logrado moderar la imagen del antiguo Frente Nacional, fundado por su padre, pero mantiene un discurso xenófobo y euroescéptico. Su éxito electoral refleja el descontento de una parte de la población francesa con las políticas migratorias y la globalización. Además, con el paso de los años su influencia política sigue en crecimiento ya que tan solo en las elecciones presidenciales pasadas (junio 2024) logró un gane histórico en la primera vuelta.
España: Vox y la nostalgia franquista. Vox, liderado por Santiago Abascal, ha revitalizado el discurso de la extrema derecha en España. Aunque no aboga abiertamente por un régimen autoritario, su retórica nacionalista y antiinmigración evoca elementos del franquismo.
Alemania: Alternativa para Alemania (AfD). El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) se ha posicionado como la segunda fuerza política en las recientes elecciones, reflejando un avance sin precedentes en un país históricamente marcado por su pasado nazi. Este ascenso se debe a una combinación de factores: la crisis económica alemana, con una industria automotriz en declive y dependencia energética; el debate migratorio, exacerbado por incidentes violentos y un discurso antiinmigración; y el apoyo juvenil, especialmente entre hombres, impulsado por el uso estratégico de redes sociales como TikTok. Aunque la AfD es calificada de “anticonstitucional” y “racista”, su mensaje ha logrado resonar en una sociedad polarizada.
Irlanda: Finna Fáil y el conservadurismo religioso. Finna Fáil, aunque menos extremo que otros partidos, representa una derecha conservadora que busca mantener el orden tradicional y el orgullo nacional. Su éxito se debe en parte a la insatisfacción con los partidos tradicionales.

Italia: Hermanos de Italia. Hermanos de Italia (FdI), liderado por Giorgia Meloni, es un partido de extrema derecha con raíces neofascistas, surgido del Movimiento Social Italiano, heredero del fascismo de Mussolini. Aunque ha moderado su retórica y se ha distanciado públicamente del fascismo, mantiene un discurso nacionalista, antiinmigración y conservador. Promueve políticas restrictivas contra la migración, se opone al matrimonio igualitario y critica la subrogación, que ha calificado de “peor que la pedofilia”. También busca reformas constitucionales para fortalecer el poder ejecutivo. A pesar de su pasado, el partido ha logrado normalizarse y ganar apoyo, reflejando una tendencia en Europa donde partidos de extrema derecha han pasado de ser marginales a actores políticos principales.
Lo que tiene en común el ascenso– en algunos casos mayor que otros– de estos partidos de derecha es el descontento de la población, la mala respuesta de los gobiernos actuales a problemas que ya no se ven contenidos [la migración es el mayor], lo que genera una añoranza al orden.
¿Hacia dónde vamos?
El resurgimiento de la extrema derecha es un fenómeno complejo que no puede atribuirse únicamente a factores económicos o sociales. Es también el resultado de una crisis de representación política y un desencanto con las promesas incumplidas de la globalización. Sin embargo, este resurgimiento no es inevitable. Las democracias liberales tienen la capacidad de responder a estos desafíos fortaleciendo sus instituciones, promoviendo la inclusión y abordando las causas profundas del descontento.
El resurgimiento del populismo y la extrema derecha no son “males necesarios”, sino síntomas de un sistema que necesita reformas. Ignorar estas señales de alarma, como ocurrió con la política de apaciguamiento en los años 30, solo llevará a mayores conflictos. La historia nos ha enseñado que las democracias son frágiles y que su defensa requiere vigilancia y acción. El resurgimiento de la extrema derecha es una llamada de atención que no podemos ignorar.