Al mencionar Los juegos del hambre, seguramente piensas en Jennifer Lawrence o en historias para adolescentes, pero la realidad es que la saga (a diferencia de otras de su generación) aborda temáticas mucho más complejas y profundas de lo que aparenta.
Los juegos del hambre (2008), En llamas (2009) y Sinsajo (2010) conforman la trilogía original de los libros, que rápidamente se convirtió en un éxito: los dos primeros fueron bestsellers y el tercero encabezó la lista de los más vendidos en Estados Unidos.
Para entender mejor Los juegos del hambre, hay que conocer a la mente detrás de ellos: Suzanne Collins. Originaria de Connecticut, Estados Unidos, la infancia de Suzanne estuvo marcada por la guerra, o mejor dicho, por su temática. Su padre fue miembro de las Fuerzas Aéreas y participó activamente en Vietnam; sus relatos influyeron profundamente en la autora. Así que sí, podemos decir que Los juegos del hambre son historias para crear conciencia en niños y jóvenes sobre la guerra y sus consecuencias. Y no lo digo yo: ella misma lo ha declarado.
“Los juegos del hambre son tan sólo una parte de una meta más grande, que es la de escribir historias de guerra apropiadas para niños y jóvenes y crear consciencia”, comenta.

Leí la saga cuando las películas con Jennifer Lawrence estaban en su apogeo. Solo fue cosa de una vez y, como fan de la saga, me vi obligado a ver la película Balada de pájaros cantores y serpientes (2023) —no leí el libro homónimo—. La verdad es que no recordaba las temáticas que aborda, o al menos, a los 14 años no terminaba de entenderlas. Ahora las veo desde otra perspectiva.
Con el lanzamiento de uno de los libros más esperados de la saga, Los juegos del hambre, me vi obligado a leerlo. Amanecer en la cosecha es la esperada precuela centrada en Haymitch Abernathy, el carismático y torturado mentor de Katniss y Peeta en la trilogía original.
Esta novela, además de expandir el universo de Panem, ofrece una mirada cruda y humana al origen del personaje que, hasta ahora, solo conocíamos por su lado sarcástico y alcohólico.
La historia transcurre 24 años antes de los eventos principales de la saga, durante el segundo Vasallaje de los Veinticinco. Esta edición de los Juegos se distingue por ser el doble de cruel, pues se duplica el número de tributos.
Haymitch, que entonces tenía 16 años, fue “cosechado” el día de su cumpleaños, lo que marca el inicio de una tragedia personal y colectiva. A diferencia de la trilogía original, donde se presenta el mundo y su funcionamiento, aquí la narrativa se centra en la psicología de un personaje que, pese a su juventud, muestra vulnerabilidad e inteligencia.

No diría que Suzanne Collins construye a Haymitch como un antihéroe, sino más bien como un personaje astuto marcado por la desesperanza. Alguien que estuvo presente en el peor momento posible. Por primera vez, lo vemos vulnerable, capaz de amar hasta su último aliento.
El problema con las precuelas es que suelen ser decepcionantes porque ya se conoce el destino de los personajes. En el caso de Haymitch, sabíamos que ganó sus Juegos y que es alcohólico; fuera de eso, solo había datos sueltos.
El descenso de Haymitch al peor momento de su vida comienza cuando es arrancado injustamente de su hogar, su familia y todo lo que ama. Amanecer en la cosecha está tan bien escrito que, aunque conozcas su destino, los giros argumentales te sorprenden.
La pluma de Suzanne Collins es adictiva: ágil, con crítica social, capítulos cortos (de unas quince páginas), diálogos agudos y descripciones que no dudan en mostrar la brutalidad de los Juegos, pero también la humanidad de sus personajes.
Respecto a los Juegos, el ritmo es rápido en algunos momentos y lento en otros, lo que resulta en pasajes repetitivos, sobre todo para quienes ya conocen el desenlace de Haymitch.
Al reseñar Amanecer en la cosecha, me quejaba constantemente: “¿Por qué mataron a este personaje fuera de cámara? ¿Por qué solo aparecen algunos tributos? Este tributo pudo haber tenido un mejor rol.”
Estas quejas me llevaron a reflexionar que, en cierto modo, reproducimos la lógica del Capitolio, que ve a los tributos como piezas de espectáculo, cuya función es entretener, impactar o emocionar.
En la saga, el Capitolio convierte la tragedia en un reality show. Los tributos dejan de ser personas con historias y familias para transformarse en “personajes” con los que el público puede encariñarse, odiar u olvidar.
Cuando nos enfocamos en la “importancia” de un personaje según su tiempo en pantalla o su impacto en la trama, validamos esa misma lógica: solo importa quién es visible, quien genera rating o tiene un “arco narrativo” interesante.

Preguntarse por qué solo algunos tributos aparecen es, en el fondo, cuestionar la visibilidad de las víctimas anónimas. Al igual que el Capitolio, los medios seleccionan qué historias contar y cuáles ignorar, a quién dar voz y a quién silenciar. El Capitolio lo hace de forma brutal; en nuestra sociedad, ocurre de manera más sutil: muchas tragedias quedan fuera de cámara porque “no venden”.
Hay un personaje en particular, del Distrito 12 y compañero de Haymitch (sin spoilers), del que podríamos decir “pudo haber hecho más”, pero al hacerlo, caemos en la trampa de exigir heroísmo a víctimas de un sistema injusto. Es una forma de deshumanización: evaluamos su “desempeño” como si la vida y la muerte fueran un concurso de méritos.
Uno de los mayores logros de Amanecer en la cosecha es su crítica al poder, la manipulación mediática y la violencia normalizada. Collins nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del poder y la apatía del Capitolio frente al sufrimiento ajeno.
Plutarch Heavensbee ejemplifica cómo se construye una “historia oficial”, ocultando actos de bondad o rebeldía que no convengan. La espectacularización de la violencia se vuelve entretenimiento cotidiano.
Amanecer en la cosecha dialoga constantemente con la trilogía original, con referencias, cameos y apariciones de personajes. Sí, hay fanservice, pero bien ejecutado (no como el octavo libro de Harry Potter).
Este libro añade nuevas capas al personaje de Haymitch. Muestra cómo la violencia y el trauma de los Juegos marcan a los vencedores de por vida y cómo el Capitolio destruye cualquier rastro de dignidad, incluso después de la victoria.
Si eres fan de la saga, este libro es imperdible. Si es tu primer acercamiento, lo recomiendo para quienes buscan una distopía con carga social y política. Collins demuestra su capacidad para entretener y, al mismo tiempo, invitar a reflexionar sobre el poder, la manipulación mediática y la resistencia.
Y no olvidemos que, al especular sobre quiénes protagonizarán la adaptación, caemos de nuevo en la propaganda del Capitolio: esperamos conocer a los nuevos tributos, al mentor de su muerte… porque, al final, seguimos en un ciclo en el que esperamos ver otro amanecer en la cosecha.
Johan Martínez
